Todas las semanas visito
clientes; a veces los mismos, a veces distintos; todos los días hago negocios algunas veces productivos muchas veces no, todas la mañanas voy a trabajar
puntualmente, me conecto a mi laptop, respondo mil llamadas telefónicas, programo
rutas, hago cobranza difícil y extra-difícil, estudio nuevos productos y
procesos, repaso los que ya domino; todas las mañanas le doy instrucciones a mi
asistente de cómo componer el mundo; trabajo mucho, pero dejo de hacer algo muy
importante; no hago los reportes. No dejo constancia de que funciono, no
cacaraqueo el huevo, no grito al mundo que aquí sigo. Y así me ha pasado con
muchas reseñas, se quedan guardadas en un rinconcito de la mente y poco a poco
se van desvaneciendo los recuerdos y emociones quedando solo tenue humo, olor a
nada. Llevo más de medio año posponiendo mi reseña de la carrera del Día del
Padre en el DF y peor aun mi primer maratón (Gatorade Monterrey) no lo he
contado a nadie. Por eso el día de hoy me pongo a hacer la tarea a tiempo no
sea que la maestra me vaya a poner tache.
No lo cuento como
justificante sino como parte del escenario como llego al día de hoy. Hasta
finales de octubre del año pasado estuve entrenando muy duro y con constancia
religiosa, siguiendo las instrucciones de mi coach casi al pie de la letra;
pero, la chamba comenzó a brotar a borbotones y los viajes se me dejaron ir a
la yugular como perros furiosos; mientras viajo en solitario soy dueño de mi
tiempo y mi dieta y acomodo las visitas a clientes a mi conveniencia poniendo
en primer lugar mi entrenamiento. Aclaro que no descuido mi trabajo ni mi
condición de padre y esposo. El problema se presenta cuando viajo con
compañeros, jefes en el mayor de los casos, y mi tiempo se ve condicionado a su
forma de trabajo y a sus hábitos alimenticios y etílicos. Por lo general les
gusta poner citas desde muy temprano, comer mucho y a deshoras, beber mas y
cenar como si fuésemos náufragos recién rescatados por un barco repleto de deliciosos
manjares. Se me complica mantener mi estilo de vida y pierdo muchos días de
entrenamiento.
A lo anterior
agreguémosle que mis defensas se fueron de vacaciones y una fuerte gripa me
puso una arrastrada a finales de noviembre justo dos semanas antes del maratón
Gatorade al cual llegue con algo de vuelo y alcance a librar con un buen tiempo
(3:39) y en buen estado físico. Cerré el año con una carrerita de 7K en
Guanajuato (San Silvestre) viendo como mi condición física comenzaba a
derretirse yendo a parar a la coladera del tiempo pasado; por poco llego en último
lugar. Y como dicen allá en mi pueblo, pa’cabarla de amolar empiezo el año con
15 días de enfermedad; que se yo gripa, tos, neumonía, laringitis, rinitis,
etc.
Luego de conseguir
excelentes resultados en Monterrey mi amigo Pepe Rivera me sugirió correr al
maratón Lala en marzo de 2014 y sin pensarlo siquiera un instante acepté. Me
inscribí y en automático coloqué mentalmente la Carrera de Los barrios como
parte de mi entrenamiento; imaginaba llegar fuertísimo a estos días, no sabía
lo que me esperaba.
El año voló como vuelan
las malas noticias y en un “trix trax
croft” se llegó la fecha de la carrera; la semana no fue tan buena, el
domingo hice 26K de fondo en El Libramiento echando el bofe y forzado a
reconocer que por falta de entrenamiento, excesos en el comer y en el beber,
enfermedades y desanimo llegaba con una condición física notablemente mermada.
El grupo de corredores con el que entreno ha crecido mucho y han llegado muy
buenos atletas, jóvenes, rápidos y muy aplicados; me sentí olvidado al ver como
arrancan como gacelas y yo detrás de ellos como un viejo león enfermo; “There’s a new kid in town … I don’t wanna
hear …” (Eagles). Pepe Rivera y Rosy Guerrero han hecho un tremendo dúo de
guapos velocistas que consumen kilómetros al ritmo de su amena charla planeando
triunfos futuros; Daniel esta hecho una solitaria lanza imparable, Gugusa echa
chispas a pesar de su lesión, Guille y Richard viven su segundo aire y los
demás, tantos que a la mayoría apenas los ubico, avanzan día tras día. Solo yo
me he quedado atrás.
El lunes corrí 7K sin
importar que tocaba descanso previendo que viajaría y que ya había perdido
demasiados días. El martes fui último en el entrenamiento del grupo. El
miércoles viajé a Guadalajara, tuve 3 o 4 reuniones, comí “Camarones al Tamarindo”
en el Casa Fuerte y no soporte la tentación de beberme 2 tequilas Don Julio 70
con sangrita. Perdí 2 horas viendo el partido de la Selección Mexicana y a las
23:00 hrs me fui al gimnasio del Hampton Inn Aeropuerto con la panza llena y mi
agotado hígado trabajando a marchas forzadas. Corrí 7 dolorosos kilómetros en
la caminadora sintiendo como mi cerebro se encogía por la deshidratación y mis
pulmones explotaban sin control. Me bebí un litro de agua helada del
despachador y sin cenar me fui a la cama luego de un baño con agua muy
caliente. No podía dormir así que encendí el televisor y me chuté una hora de “Fox Sport Crox Fix”. A las 4:00 a.m. me
despertó un lacerante dolor de cabeza que me hizo vomitar; me tragué una
pastillita de Bioelektro y me puse a
orar pidiendo a Dios me permitiera dormir porque a las 7:00 tenía que pasar por
mi jefa al aeropuerto y de allí a varias juntas importantes. El día transcurrió
ordinariamente y al final decidí regresar a León para dormir en casa. Al llegar
a mi hogar encontré a mi pequeña de 9 años practicando con sus amiguitas un
baile de Vaselina que montan para un show en la escuela. – Uhhh, chamacas canijas
– les dije, - Les voy a enseñar cómo se bailan estas canciones, ábranse que aquí
esta su John Travolta – Me puse el disfraz de bailarín y ante las atónitas
miradas de las chiquitas boquiabiertas me puse a dar brincos y vueltas como si
sufriera ataques epilépticos de forma tal que que en un extraño movimiento
sentí como mi rodilla dio vuelta al revés tronando y crujiendo como cacahuates.
El dolor llegó más tarde, mientras dormía y es hora que no se va.
El fin de semana llegaron
visitas a casa, mi cuñada y sus hijos, por lo que las desveladas se hicieron
inevitables y la casa se lleno de ruido. El sábado por la noche prepare mi
traje de superman, del cual se burlaron mis hijos y esposa, y ya noche me fui a la cama que me recibió con
almohadas extendidas y cobertores confortantes. El tibio clima me permitió caer
dormido enseguida y casi olvido el dolor de mi rodilla.
Me despierto a las 3:00 y
más tarde a las 5:45; me siento tentado a claudicar y culpar a mi rodilla y no
asistir a la carrera pero una fuerza mayor me impulsa a no faltar y seguir
adelante. Me levanto sin hacer ruido, me visto, me como una manzanita amarilla,
saco mi camioneta y me dejo ir a la aventura. Me estaciono en el Aranda de La
Parra y a paso veloz me dirijo a la Plaza Fundadores; en el camino me encuentro
a mi coach Guille y su familia; ya hay varios Titanes esperando en la esquina
del Sport Palace. Nos tomamos 400 o 500 fotos, nos abrazamos, nos felicitamos,
calentamos y nos vamos a la Fuente de Los Leones a trotar un poco. Me entero
que Pepe Rivera no correrá y me entristece, ha sido un compañero habitual y se
extraña, hoy día junto con Alex y Danny son los hombres a vencer. Me adelanto y al llegar a la Fuente me
encuentro con los “chavos” de “La Página del Corredor”, Ángel, Lorenzo y Hulk
incluidos, tomándose fotos. Me invitan, me anexo, se adhiere todo mi grupo y
pienso en esta rica y sana camaradería que solo una familia te puede dar.
Me formo en el redil de
descarriadas ovejas negras y escucho con emoción el himno nacional. Alcanzo a
divisar algunos de mis compañeros; les muestro mis pulgares levantados y trato
de esbozar una sonrisa que se mezcla con una especie de rictus de dolor al
permitir que la mente contacte con la rodilla. Corto la conexión cerebro – articulación
y pongo play a mi mp3 player. Para esta ocasión he preparado una mezcla
acelerada de música disco destacando aquellas canciones que debieron haber sido
incluidas en la cara “B” de un gran disco de éxitos.
Al ritmo ajustado de “Brown Girl in The Ring” salto a la
pista y por dos minutos trato de escabullirme de la enorme burbuja de
corredores principiantes y caminantes que a paso lento y superlento solvatan y encapsulan a los retardados como yo
que no se formaron al frente. Al llegar a La Calzada de Los Héroes consigo mi
libertad y fluyo como globo de Cantoya; ante mí se abre la calle retadoramente
con su sonrisa de baldosas remozadas y su cabello de cables entorchados. Pronto
alcanzo y rebaso a Guille y Gugusa a quien toco la espalda y animo a seguir ya
que va lesionada. Me siento bien pero llego a considerar la posibilidad de
cambiar los 21K por 10K; pretextos sobran e imaginación para inventar más no
falta. Mi mente comienza a jugarme malas pasadas y me echa en cara mis últimos días
desordenados y me restriega en el rostro el calendario que dice que ya son 47
años los que llevo en este planeta y como los he desperdiciado, mi pelo o la
ausencia de él confirman el hecho. Trato de no pensar; intento concentrarme en
la música, en esos pequeños trozos de vivencias y recuerdos algunos incluso
falsos pero lindos que me vienen acompañando desde mis tiempos de secundaria. Pasamos
tangencialmente al Parque explora y entonces me doy cuenta de que realmente voy
muy atrás; la víbora de sonrientes corredores de colores serpentea velozmente a
un lado del camellón y por más que trato de pisarle la cola no alcanzo a
hacerlo. Hasta ese momento no he visto ningún superman o mujer maravilla que me
antecedan; o al menos eso creo.
Ya sobre el López Mateos
calculo que llevamos 4K y siento que hay chance de hacer un digno papel; me
digo por enésima vez que esta vez no compito ni siquiera conmigo mismo, esta
vez voy tan solo por la confirmación de que es posible regresar; mis tiempos
pasados son polvo; si mi mejor momento ha quedado atrás, eso no importa; lo que
importa es seguir en la brecha y disfrutar cada instante de vida que nos quede;
“cuerpos sin edad, mentes sin tiempo” eso somos.
Donna Summer me canta “On the Radio”, la única canción larga
que dejé en mi repertorio porque me recuerda las tibias madrugadas del verano
del 78 cuando comenzaba a abandonar mi niñez e iniciaba la secundaria allá en
mi Guanajuato querido (nunca te podre
olvidar). Entre una niebla rosada y con olor a mandarina los rostros infantiles y preciosos de cada una
de mis compañeras de aquellos tiempos pasan lista por mi mente y todas ellas se
forman para ser besadas por mí, incluso las más bonitas se vuelven a formar.
Voy cayendo en una rica ensoñación de la que me saca un grito de ánimo, es mi
compañero Daniel que me rebasa con su paso marcial devolviéndome a la realidad;
enseguida viene el buen Lorenzo que me deja atrás cansinamente observando cómo
se va contoneándose felizmente. Si Pepe hubiese corrido ya hubiera llegado a la
meta, pienso. Bueno, me consuelo, no venía tan mal; creo que justo aquí el
tiempo comienza a detenerse y todos los corredores pasaran en cámara rápida
mientras yo me quedo sentado llorando afuera de La Plaza del Zapato esperando a
que la ambulancia me levante.
Sigo adelante y me
imagino que voy dentro de la verdosa oruga; soy parte de su interior y repaso
cada estación hasta llegar a la calle Mérida donde me bajo sin pagar y me
despido. Doy vuelta a la derecha y me introduzco al mítico Barrio del Coecillo
testigo de mil batallas y hogar de gente trabajadora y brava. He aprendido a no
beberme toda el agua en los puestos de refresco y manejo mejor el truco de
doblar el vasito de cartón con Gatorade para no empinármelo por la nariz. La
gente está muy animada y me gritan, “superman, superman, superman”, apenas los
escucho porque traigo el volumen de mi reproductor muy fuerte; ¿Qué sería de mi
sin música? Aun alcanzo a ver las poderosas espaldas de Lorenzo y de Daniel.
Tomamos
por Palo Alto hasta incorporarnos al Malecón del Río y le pegamos hacia el
norte de la ciudad; se viene una pequeña bajadita que nos da algo de impulso
para las subidas consecutivas que se vienen al llegar a la Colonia Industrial. Cruzamos
López Mateos por el puente del IMSS y damos la vuelta en la Glorieta de Paseos
del Moral e Insurgentes; justo allí me rebasa a toda velocidad una preciosa y
caderona güerita que con frecuencia me encuentro en el Parque Metropolitano (saludos
Sra. Chabuca Granda) y que siempre me pasa de largo sin saludar. Sus
movimientos pendulares me llevan pegado a sus talones un rato y me hacen
recordar las clases de física de la Universidad cuando era experto en el cálculo
y trazado de curvas solidas en tres dimensiones, mis manos podían incluso tocar
los máximos y los mínimos recorriendo concavidades y convexidades.
Vamos atravesando los
municipios del Estado y justo al cruzar Purísima comienza la temida subida, aquí
me envalentono y me arranco al ritmo recurrente de “Big in Japan” una de mis favoritas. Masticando naranjas comienzo a
rebasar corredores; las subidas siguen siendo lo mío. De municipios pasamos a
estados; subimos, bajamos, volvemos a subir y mi cuerpo se va fortaleciendo.
Vuelvo a creer que soy mejor después de los 10K y sigo dejando gente atrás. De
estados pasamos a países y por Costa Rica le caemos al Mariano Escobedo
kikirikeando muy gallo saboreando la ultima cuesta abajo que tendrá el
recorrido.
Entramos por Emiliano Zapata al Barrio de San Miguel, rival del
Coecillo, y yo Mr. Amigo, lo saludo con jovialidad. Los niños salen a las
calles y admiran mi traje de superman; ja, ja, ja; siiii, soy mandilón pero muy
feliz. Nado entre calles con nombres de ríos y por el Panuco me llego a la
Calle Honda alcanzando el K14; con el tolete al hombro envío pelota tras pelota
detrás de la barda y los chicos en fila que me felicitan dándome sonoramente
los cinco me hacen subir al cielo y olvidar todo. “We didn’t start the fire” se justifica Billy Joel mencionando mil
nombres entre los cuales creo escuchar el mío y el tuyo.
Casi llegamos al Blvd. Timoteo
Lozano cuando debemos retornar por la calle Independencia; deben faltar 5K
anuncia luminosamente mi cronometro interno. 10 canciones más y estaré cruzando
la meta; mis amigos se fueron abandonándome a mi suerte pero con certeza me estarán
esperando en la meta con una sonrisa y un helado de limón. A ritmo de 1, 2 3
brincamos el Blvd. Torres Landa y seguimos adelante dando saltitos para evitar
los baches de la empedrada calle.
¿Qué es eso? ¿Es un pájaro?
¿Es un avión? ¡Es Superman ¡ Nooo, es nuestro compañero y amigo Daniel que
cojea ligeramente por su periostitis creo yo. Mi labor como mayorcito es
alentarlo así que le piso y lo alcanzo; - animo Danny, tu puedes - le digo, -
no pares -, es su primer 21K. Decido correr a su lado, damos 1, 2, 3 pasos y
mis autónomas piernas deciden que no; no pueden esperar y le ponen el turbo.
Bye Danny.
No quiero ni ver el reloj; creo que me está yendo bien. Me pongo a
cantar – say oops, upside your head, say oops upside your head -; es un mantra
que me hace levitar y me empuja magnéticamente hacia el frente; sigo dejando
gente atrás; son menos los que me rebasan. Casi llegamos a la calle 5 de Febrero
y sé que estoy a 1K de la meta; exprimo mi banda y 1Lt de sudor moja mis
piernas y la calle Madero; - ya llegaste – me grita alguien. El cover de Opus “Life is Life” by Hermes me pone a cien
y proyecta en la pantalla de 40” de mi mente un video de Maradona calentando
con esta canción antes de un importante juego del Nápoles de Italia (la mía
patria); ¡que jugadorazo ¡ me toco verlo (por TV aclaro) y pensar que Messi es
aun mejor.
Me siento un triunfador
apenas piso La Plaza Fundadores. Esta vez mi familia no vino pero si muchos
amigos que a través de 2 años de correr he ido conociendo; - Vamos Francesco –
me grita Ángel parado frente a la “3
Hermanos”; wow, pienso, ¡ o corrió solo 10K o Angelito anda con todo!, ya le
preguntare.
Lindas edecanes me
esperan en la meta con brazos abiertos y labios dispuestos mientras el
cronometro se para en 45:10. Decido no abrazarlas ni besarlas; estoy bañado en
sudor y probablemente el aroma de mi Minotauro
se ha desvanecido; es más, huelo a verdadero minotauro.
Solo en el punto de reunión
me pongo a estirar a la vez que me bebo un Gatorade de un trago y degluto un
rico plátano de un bocado. Alex ha sido el primero en llegar; 1:23; mmmm, - es mucho más joven que yo (me justifico) -;
no eso no es cierto, es el mejor.
He sido el segundo del
grupo.
Ja, ja, ja, se burla el
diablo, - es porque Pepe no corrió -mmm,
- eso sí es cierto -; pero hoy no corrí
contra los Kenianos, ni contra Vargas, ni contra mis compañeros, ni contra mí;
Hoy corrí contra ti maldito diablo del desanimo y la procastinacion que me querías
aplastar. Hoy me volví a demostrar que si se puede. Y le doy inmensas gracias a
Dios porque me permite regresar de algo más duro que una lesión.
Después me
dijo un arriero, que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar.
(Jose Alfredo)
Amigo Frank, deberas que tu cronica me hizo revivir cada instante de la carrera, ni un video lo hubiera logrado, y como lo dices al final "Después me dijo un arriero, que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar.".... Creeme tu supiste llegar, muchas gracias por esta cronica que si me permites, la hago parte de mi en mi primer medio maraton. Saludos y que vengan mas km y mas cronicas como estas... Gracias.
ResponderBorrarMuchas gracias my Danny, es un placer conocerte y tenerte de compañero en Los Titanes, sigue aplicandote y se que llegaras muy lejos; alla me esperas. Saludos.
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