Bien desayunado, ya bañadito y con ropa limpia y
perfumada retozaba como borrego del Señor entre las sábanas blancas de mi
mullida cama impoluta. Hubiese dicho que era una merecida recompensa por haber
corrido muy bien la Fiera Carrera 2014 pero no era así. De hecho acababa de
lograr mi tiempo más largo en 10K; 49:13 y me cargaba un dolor de cabeza marca
diablo, el cuerpo cortado y todo el cansancio del mundo sobre mis espaldas.
Trataba de dormir un poco para recuperar algo de condición y acompañar a mi
familia a una comida a la vecina ciudad de Lagos de Moreno. Mi esposa bromeaba
conmigo por mostrar tal fragilidad casi femenina, yo trataba de convencerla que
alguna infección respiratoria me estaba mermando, fue inútil, no la convencí y
hube de soportar el bullying todo el santo día.
1982 Bendita Ciudad de Guanajuato Capital; tenía
16 años y estaba convertido en un tremendo pitcher; era un ponchador nato
gracias a mi velocidad y a las tres o cuatro variedades de curvas que había
aprendido y mejorado. El más joven y el más pequeño de mi equipo llamado “Los
Cafeteros” por estar integrado en su mayoría por miembros de los AA (alcohólicos
anónimos), ese era yo. No era buen bateador, apenas si rozaba la bola alguna
vez pero sobre la loma de lanzamientos me transformaba en el verdugo más voraz.
Ya existía el bullying en aquel tiempo y mis amigos me apodaron “La Hormiga Atómica”
aunque creo que hubiese sido mejor que me llamaran “El Topo miope” o “El Murciélago
nerd” ya que mi vista era tan pobre que no alcanzaba a ver más allá de un metro
de mi nariz; pero eso no lo sabía yo ni nadie más. Vivía en una “Nave de
Sombras” como más tarde reconocería al leer un relato de Fritz Lieber del mismo
nombre y pensaba que así era el mundo, que todos veíamos igual de oscuro y
nebuloso. En el juego, simplemente me limitaba a lanzar la bola hacia
determinada zona del home, mi ángel guardián hacía lo demás y mi cátcher me felicitaba
por siempre obedecer sus señales que en realidad nunca veía. También jugaba fut
bol, ocasionalmente metía un gol aunque fallaba siete o diez oportunidades
claras, vivía permanentemente en el fuera del lugar; lo mío era la velocidad de
piernas no el manejo de la pelota. Y de regreso a casa, siempre era lo mismo;
un tremendo dolor de cabeza que literalmente me hacía llorar. Mi cuarto era
totalmente oscuro y silencioso, el sonido de la caída de un alfiler se
amplificaba en mi cerebro y me mataba; un furtivo rayo de luz, ni pensarlo, no
cabía en mi universo. Era un vampiro sin ataud. Después me pusieron lentes de
armazón y todo cambió. La luz se hizo pero … esa es otra historia. 2014, mi cabeza se estaba derritiendo de
dolor y el vómito amenazaba con derramarse de la copa.
El miércoles anterior a la carrera habíamos
ido al estadio mi esposa, mi hijo y yo a ver el juego León vs Flamengo y
confirmé que somos verdaderas fieras de corazón; llevamos grabado el escudo del
León en el espíritu. Tenía pensado no correr la Fiera Carrera, por muchos
motivos, pero mi hijo me pidió que
participáramos de tal manera que no pude negarme – Mira Papá – me dijo, - ¡Que
medalla más preciosa! La quiero tener – Si, la verdad la medalla se veía
majestuosa en fotografía. Dejé que el tiempo corriera y me inscribí de último
momento, esperaba que otra parte de mi me diera argumentos suficientes para no
correr; creo que si me avisó pero al final decidí no escuchar. Desde la
recolección del paquete se percibía que el evento tenía carencias en la
organización; había que hacer una larga fila para recibir un sobre con el chip
y el número, después pasar a otra línea para documentar y posteriormente
regresar a la primera caseta por la playera marca Pirma la cual es bonita pero nada del otro mundo.
En Navidad me pongo el disfraz de Grinch, en
San Valentín tiro a matar a los cupidos y para las carreras me pongo mi mejor
sonrisa y me cubro de buena vibra. Soy poco romántico, lo acepto, así me hizo
Dios; pero mi mujer no lo entiende, por eso fue que pasamos un viernes terrible;
no solo porque no le obsequié flores o no le llevé serenata o porque no le
escribí una carta; lo peor fue que el perfume Nina que le regalé con todo el dolor de mi bolsillo se le cayó a mi
hija pequeña dañándose irremediablemente el atomizador el cual quedo
inutilizable. Y para rematar el sábado me negué a desvelarme porque tenía
carrera. La comunicación quedo cortada. Gracias a Dios la Fiera nos dio una
pequeña alegría pegándole a Los Rayados. De puro gusto salí a buscar una
florería abierta, la hallé y le compré a mi amada un hermoso ramo de rosas
logrando un forzado perdón.
Se llegó el domingo y mi cabeza daba vueltas,
me sentía un poco mal, “Francisco Dolores”
estaba de regreso y la gripa también. Pero no dije nada y sin más preámbulo nos
dirigimos al Nou Camp. No había tanta gente como esperaba y lo que si encontré
y me disgustó un poco fue un puesto de genuinas playeras originales de la
carrera de la Fiera en remate; 1 por $150, 2 por $200. Y pensar que yo gasté
casi $750 en las inscripciones de Paco,
Pau y la mía propia. Bueno, - las medallas valdrán el esfuerzo y el gasto -
traté de consolarme.
Allí andaban Los Titanes, mi equipo de
corredores muy sociables y mejores amigos. Guille sobrellevando con estoicismo su
lesión no correría pero nos estaría animando. La ausencia de Pepe jugueteaba en
los rincones del polvoroso estacionamiento levantando pequeños remolinos; muy
disciplinado había preferido seguir su programa de preparación para el maratón
LALA que correr una carrerita futbolera, casi siempre tiene razón hay que
reconocerlo. Alejandra tratando de volver del mas allá estaba lista para dar el
primer paso hacia un 21K; no estaba segura de hacer un buen papel pero lo que
si sabía es que de aquí en adelante se iba a esforzar en ser constante y
demostrarse de lo que puede ser capaz. Alejandro y Daniel, muy esbeltos los
dos, tampoco participarían aunque sí estuvieron en el evento caminando de aquí
para allá mostrando sus radiantes sonrisas y sus correosas y poderosas piernas,
¡que presumidos! Angélica y Roberto muy callados pero listos para enfrentar lo
que se viniese encima, Karlitaaaa mostrando su grácil y espigada figura calentaba
entre los autos estacionados atrayendo
la temprana mirada de más de uno.
Robóticamente me fui abriendo paso entre la
multitud deteniéndome brevemente a saludar a Nice y Lily que también forman
parte del equipo; seguí adelante y sin premeditarlo me coloqué junto a “La
Wera” Rosy y Bere, las dos velocistas del grupo. Muy guapas no dejaban de
tomarse fotos; les dije sobradamente que correría a su paso y les pedí con ironía
que se compadecieran de mí y no me fuesen a dejar muy atrás. Sin mucho
protocolo arrancó la carrera de avestruces en ropa deportiva deslizándose a
toda velocidad sobre una destruida pista de hipódromo. Dimos una vuelta por el
exterior del Estadio pasando frente al Teatro hasta topar con la Calzada de Los
Héroes. Hasta allí alcanzó mi vista a ver a La Wera que se daba gusto rebasando
corredores y corredoras dejándolos inmisericordemente atrás; creí escuchar sus
burlonas carcajadas alejándose en la distancia, terminó siendo la #1 del grupo.
Me pareció larguísimo el primer kilómetro, me
dolió en el alma; no lo podía creer; yo que corría tantos kilómetros cuesta
arriba cuando estuve bien preparado, yo que ya había corrido un maratón me
estaba rezagando desde el principio. Nos incorporamos al Blvd. López Mateos y
seguimos por la lateral al lado de La Guarida de la Fiera donde pude observar
todas las playeras y pants que no tengo. Llegando al Poliforum alcancé a
Gugusa, una guapa muchacha que se está preparando para el LALA; iba mentando
madres a la vez que rengueaba visiblemente; pujaba, repujaba, soplaba; su
rodilla no la deja en paz y la gripa la tenía agarrada por el cogote. Me puse a
su lado tratando de atraer su mirada; volteó a verme con un dejo de dolor en su
rostro y siguió concentrada en sus pasos y en su letanía de groserías. La
rebasé y me fui escuchando a mi alter ego Billy Joel que al ritmo de “Allentown”
y “Pressure” me impulsaba a no dejarme caer. Reposté agua en el K2 sobre el
Blvd. Francisco Villa y pude sentir la presión de mi empapada banda sobre mis
sienes. Caí en un sopor un tanto fastidioso mientras recorría el Blvd. Mariano
Escobedo; - si tan solo pudiese recobrar gracias al sol un poco de mi poder -
pensaba recordando al superhéroe Bird Man que veía en mi infancia.
Con mis pesadas alas oscuras pegadas al cuerpo
era consciente de mi lentitud, podía ver mis lerdos pasos dibujados en la acera,
como en esos sueños inmovilizantes que nos llegan en la madrugada estaba pegado
al negro asfalto chicloso; ahora si se me había cargado “el muerto”. Agradecí
en silencio que no estuviesen señalados todos los kilómetros; no hubiese
soportado los filosos recordatorios constantes de una malévola esposa cruel que
le recuerda a su esposo sus innumerables errores y defectos en cada voz y en
cada movimiento.
Mas hidratación en el K5, le arranco de la
mano dos bolsitas de agua a un cortes hombre que ignorante de mi estado me
grita – eso es todo, vas muy bien, dale, dale – Como animal me bebo las dos
bolsas de agua al mismo tiempo dejando que esta escurra por mi cara y mi cuello
hasta mojar mis brazos y mi pecho y prosigo al ritmo de “I Love The Night Life”
(Alicia Bridges); sumemos los desvelos a las causas de mis males.
De repente parecemos una corriente de vapor
recorriendo un intercambiador de calor entrando y saliendo por pequeñas calles,
muchas vueltas desde mi punto de vista, hubiese preferido una carrera más recta
incluso con una o dos subidas. Mi nublada mente recupera algo de su lucidez al
volver a La calzada de Los héroes; miro El Arco del Amor y recuerdo lo del
perfumito; estoy a 3K del final. Sigo adelante. Luego me encuentro a Daniel
quien haciendo uso de su faceta de fotógrafo, se encuentra a ras del suelo
disfrutando del panorama que le da su posición, gozando como loco del paso de
corredoras bien dotadas a lo largo de la pasarela de adoquín.
Los traviesos duendes del dolor de cabeza
golpean con sus pequeños mazos mi exprimido cráneo llevándolo al sufrimiento máximo.
Sigo sin parar; sonriendo al darme cuenta de que soy privilegiado de tener dos
velocidades; la lenta y la superlenta. Hoy he corrido un poco debajo de la
superlenta. Casi al llegar a la meta alcanzo un cuarteto de bigotones y peludos
disfrazados de porristas con minifalda y todo; me hubiesen causado mucha gracia
en otra situación, apenas si los miro con desdén y adopto posición de inmutable
campeón. 49:13; tiempo muy alto y costo
mayor.
Me pierdo entre la muchedumbre, no encuentro a
mi familia; la música esta altísima, estoy temblando, la cabeza me explota, la
música está muy fuerte, el anunciador me grita al oído, la vista se me nubla,
me apenaría mucho azotar como res frente a tanta gente, ya me quiero ir a casa,
el sonido es insoportable, estoy totalmente mojado y no traigo cambio de ropa,
me encuentro a mi coach, me felicita por el tiempo de mi hijo (20 min en 5K),
nos sacamos algunas fotos, trato de poner buena cara, ya me quiero ir a casa;
finalmente encuentro a mi familia;
esperamos largo tiempo hasta la carrera infantil, me como un plátano, me
bebo un powerade, mi hija corre padrísimo logrando un cuarto lugar entre las
nenas, me saca una sonrisa pero no se me quita el dolor. Mi mujer conduce, yo meto mi cabeza entre mis
piernas, ha sido un mal día y no fue 13.
Algunas
veces vuelo
Y otras
veces
Me
arrastro demasiado
A ras
del suelo
(Joaquín
Sabina)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario