martes, 7 de enero de 2014

A TIEMPO PARA COMENZAR A LEER



En días pasados un amigo muy querido, compañero de mis días de infancia colocó una frase en su muro que me gustó mucho:
“La cultura no depende de la cantidad de libros leídos, sino del nivel de la conversación que comparte la felicidad de leer, escuchar y contemplar”

Yo creo que hoy día son muy pocas personas las que leen y son menos aun las que leen libros edificantes, bien escritos, enriquecedores; verdadera literatura, sustancia nutritiva. Lamento confesar que no formo parte del cerrado grupo de lectores mexicanos; aunque volver a pertenecer es uno de mis anhelos diarios. ¿Qué ha pasado?  Bueno, pues solo que los demás distractores modernos han sido mucho más fuertes que mi deseo de leer (internet, televisión, celular, laptop, tablet, etc.), que he obedecido los deseos de otros con tal de no tener problemas (léase por ejemplo mi mujer que considera la lectura como una actividad perniciosa y alienante o como mi buen pastor que rechaza cualquier lectura que no incluya a Dios; bueno, a este último lo ignoro totalmente; al pastor por supuesto). Dos motivos muy fuertes por los cuales no leo como quisiera es la dependencia de un trabajo que me demanda gran parte de mi tiempo y el ser padre de familia con todas las obligaciones que esto conlleva. No obstante lo anterior, debo reconocer que si una persona no lee, es porque no quiere hacerlo.


Uno de los alumnos de mi amigo, que además de ser ingeniero químico es maestro, contestó con la siguiente frase:
“La lectura es como el alimento; el provecho no está en proporción de lo que se come, sino de lo que se digiere”
 [BALMES, Jaime Luciano]

Lo anterior me trajo a la mente un curso de capacitación que tomé cuando trabajaba para Nestlé y que nos proporcionó la misma compañía. Fue allá por 1993 y fue buenísimo, tremendamente interesante y útil. Entre los expositores estuvo el psicólogo Claudio Zapata experto en manejo del estrés y del dolor de cabeza.  Nos enseñaron a controlar nuestras emociones por medio de meditación, nos ayudaron a encontrar nuestro estilo de liderazgo según Michael Kirton, por cierto que yo salí ENPJ.  Recuerdo un ejercicio en el cual discutíamos un problema con solución única dentro de un grupo heterogéneo de 10; en nuestro caso yo fui el primero en encontrar la solución y debía convencer a los demás de mi posición; había todo tipo de personas ingenieros, licenciados, vendedores, gerentes, hombres,  mujeres, guapos, chaparros. Yo era el más joven al contrario de lo que comúnmente me sucede hoy día en cualquier grupo al que asista. No pude convencerlos. Nos grabaron sin que nos diésemos cuenta y al final del ejercicio al ver el video varios  aceptaron que me contrariaron por envidia mientras que otros dijeron no aceptar por recelo de mi juventud.  Tres años después salí de Nestlé y viví un ejercicio similar en otra empresa y ni con esa  experiencia laboral ganada pude imponer mi voluntad o dicho de otra forma convencerlos de mi razón.

En ese curso mencionado, una de las expositoras nos pidió escribir en un papel anónimo los títulos de los tres libros que más habían influido en nuestra vida; prueba por la que pasaría muchos años después el sabio Peña Nieto, siendo los resultados muy similares: confusión, mentira, vergüenza. La mayoría dijo que La Biblia era el libro más inspirador; pero la verdad es que pocos lo han leído y raros son los que la entienden en su totalidad; ciertamente también me excluyo.

El segundo libro supuestamente más leído fue “El Quijote” de Cervantes; ¡falsedad total! Casi nadie lo ha leído, es un libro pesado y complicado si se lee en el español antiguo y muy vasto además. Ofrece sabiduría popular y sentido común, historias divertidas que a veces rayan en lo bobo; pero, para la mayoría de las personas puede parecer anticuado y poco interesante.

El tercer libro fue muy variado. Yo recuerdo haber estado tentado a poner la biblia entre mis elegidos pero después de pensarlo mucho lo descarté; es el libro más sabio y útil que ha recibido la humanidad, no estoy seguro del todo que sea inspirado por Dios pero por si las moscas digo que así lo creo. No es fácil leerlo; es muy grande, parece contradictorio pero no lo es, puede parecer sanguinario si no se lee dentro del contexto correcto, es realmente muy severo pero es garantía de consuelo, consejo, amor, lindas palabras, mensajes esperanzadores y triunfo del espíritu. Me hace mucho ruido lo del diezmo, por ejemplo, y lo de no mires o desees a la mujer de tu prójimo (que por nuestro bien debiésemos evitar so pena de hacernos acreedores a una buena y justa madriza). Indudablemente podemos hacer lo que muchos hacen y ver a la biblia y a otros libros sagrados como simple literatura antigua y curiosa con cierto respaldo histórico o fantasía reduciéndolos entonces a comics o a los absurdos mitos romanos y griegos.

Los títulos que escribí fueron; “El Lobo Estepario” (Herman Hesse); “Tigre Tigre” (Alfred Bester) y “Tus Zonas Erróneas”  (Wayne Dyer). La biblia, es para mí algo aún superior a los mencionados y cada día despierto con la intención de leerlo con pasión y obedecerlo pero luego en el camino algo me desvía y me vuelvo humano otra vez.

Mientras la expositora leía en voz alta los títulos de los libros veía yo la cara de los demás asintiendo al sentirse aludidos, cuando llegó el turno de mi papelito, hizo una pausa y preguntó quién había elegido “Tus Zonas Erróneas” (un libro de autoayuda muy leído y común hoy día); levanté con orgullo mi mano y vi en su cara un gesto de empatía y complicidad.

Finalmente mi amigo remató su post con la siguiente frase:
Harold Bloom, quizás el más reconocido crítico literario vivo menciona las siguientes obras como fundamentales para vivir: La Biblia, Shakespeare, El Quijote y Los Ensayos de Montaigne. Estas serían la cúspide de la literatura sapiencial, de acuerdo a su criterio”

De los libros mencionados solo he leído La Biblia y El Quijote; he visto obras de Shakespeare e incluso películas como Romeo y Julieta; Hamlet, Otelo, MacBeth, El Sueño de Una Noche de Verano por mencionar algunas. ¿Sera que he desperdiciado mi vida? Bueno, que podríamos decir entonces de los que han leído a Harry Potter o las ridículas y cursis historias de vampiros y zombies, o los Juegos del hambre que en mi opinión son telenovelas escritas llenas de burdos plagios de obras de ficción y fantasía. ¿Qué sería de aquellos que han devorado cuentos de Memin Pinguin, El Libro Vaquero, Valle de Lágrimas, Alarma, TVNotas, etc? Iba a tirar la primer piedra pero…  mejor escondo la mano (me leí todas las historias de Conan tanto en libro como en comic y Spiderman es mi alter ego).

El lado oscuro me atrapó algún tiempo y leí todo Stepehn King, Dean R. Koontz, John Saul, Ray Garton, Robert MacCammon y otros escritores de terror, leí toda la ciencia ficción y fantasía accesible no solo a mi bolsillo sino también en mi país al cual no llegan muchos títulos.

Durante un tiempo me “master-be” leyendo literatura de superación personal asimilando y aplicando a mi vida absolutamente nada.  Luego leí best sellers, más tarde literatura intelectual como Milan Kundera que me fascina; aventura histórica (La Saga del Capitán Alatriste de Pérez Reverte a la cabeza); novela negra, literatura latinoamericana, de todo.

Pero me enorgullece decir que a los 16 años leí por primera vez a Herman Hesse (“Sidartha”) recomendado por el tan mencionado amigo y me trastornó; no pude tener mejor inicio en la lectura. Luego leí el “Lobo Estepario” del mismo autor y me transformó en el mismísimo Harry Haller; un lobo de otro tiempo perdido y atrapado en esta época, no he vuelto a leer nada igual.


Os recomiendo leer los siguientes libros de Herman Hesse; “Sidharta” en enero, “El Lobo Estepario” en febrero, “Bajo la Rueda” en marzo y “Peter Camezind” en abril. Si se quedan dormidos despiertos o si al llegar a la página 100 sienten que deben regresarse a la 10, háganlo; y si al final deciden volver a empezar; recompénsense con tan deliciosos manjares.


Para escuchar: qué tal si el día de hoy nos vamos por algo muy clásico; la novena Sinfonía de Beethoven interpretada por la Orquesta Filarmónica de Viena y si pueden conseguir escuchen todo el día el soundtrack de la película “La Naranja Mecánica”; obra escrita por Anthony Burgess, película dirigida por Stanley Kubrick; la música es de Walter Carlos.


Y pare ver; pues … la película aludida; “La Naranja Mecánica”.

La música del cielo.

viernes, 3 de enero de 2014

OIGA DOCTOR



Hoy me ha despertado con mala intención la fuerte tos que anoche no me permitió dormir. Yo tanto que me cuido y esta que me viene a dar; me abrigo muy bien, tomo vitamina C, hago mucho ejercicio, bebo muchos líquidos, evito las mañanas frías y oro todos los días.

Pero la gripa y la tos no ponen la más mínima importancia a lo que hago; le vale madre. Periódicamente llegan y me abrazan con cariño, me abrazan y hacen el amor conmigo. El año pasado justo antes del maratón de Monterrey me enfermé y estuve una semana sin entrenar. Hoy día los achaques son menos fuertes que antes cuando era más joven pero no comía bien ni me ejercitaba en absoluto. Cada año tenía programada una semana o dos para recibir como huésped distinguido en casa a la maldita enfermedad. Iba al médico y le pedía me recetará inyecciones de cefuroxima como si yo supiese más que él. Bueno, algo hay de eso,  ja ja ja. Perdón, soy ingeniero químico y no puedo evitar el seguir creyendo que somos las aves del paraíso, los indestructibles, los que todo saben.

Recuerdo de manera especial una ocasión allá por 1997 en que una vecina de no mal ver vino a casa a ponerme una dolorosa inyección de benzetazil. Mi madre era un ángel que ponía las inyecciones más benevolentes que puede haber, no dolían en absoluto; pero la vecina, esa es otra cosa. Le pedí que me pusiera de pie la mentada ampolleta así que bajé ligeramente mi pantalón y mis flojos calzones talla XL que poco a poco comenzaba a llenar. Sentí un rico masajito y puse mi mente en blanco esperando el pinchazo en mi nalguita. Sentí que recibía una descarga de 10000 voltios o que una sierra eléctrica me rebanaba mis pompis, nunca me había dolido tanto. Inconscientemente se fueron al piso pantalón y calzones juntos dejando mi blanco trasero al descubierto; dice mi esposa que la vecina abrió los ojos de par en par y se apresuró a masajearme con sensualidad. Era un santo inocente en aquellos días así que ni se me ocurrió darme la vuelta y enseñar el armamento; ja ja ja; no era aún exhibicionista empedernido que después fui. Por supuesto que mi esposa no permitió que la vecina me volviese a colocar un jeringazo nunca mas; luego se fue de la colonia y nunca la volví a ver. Me excita creer que todas las noches tiene sueños eróticos conmigo.

Con los años me volví el autorrecetante más buscado de la región; me llamaban familiares, amigos y conocidos pidiendo una sugerencia. Los niños eran mi especialidad, había gastado tanto en pediatras con mi enfermizo hijo que me sabía el VADEMÉCUM completito. Aprendí a poner inyecciones y soñaba que las vecinas en fila me visitaban con jeringa y medicina en mano.

Me volví enemigo recalcitrante de los tiburoniles médicos millonarios y despiadados, salvo aquellos amigos que no cobran la consulta, y una vez que se regularon los antibióticos no tuve otra alternativa que visitar a los doctores de las farmacias de genéricos. La mayoría son egresados de Universidades porras como la Michoacana; no digo que sean malitos pero si estoy seguro que se perdieron en huelgas, paros, fiestas y parrandas la mitad de las clases. Los estimo porque hacen un esfuerzo sobrehumano para ganarse una lanita para comprar sus tenis saucony, su short adidas, su playera nike y su banda de Michael Jordan para poder correr cada día. Bueno, tengo fijación por las carreras y a veces pienso que todo mundo es igual. Llego con ellos y me formo ansiosamente aunque esto es relativo porque despachan a sus pacientes más rápido que en una tortillería en quiebra. Al igual que los demás galenos, recetan lo mismo para las mismas enfermedades; el problema sigue siendo conseguir los antibióticos. Así pues pongo en práctica mis tácticas de convencimiento subliminal (rapport) y los convenzo de que prescriban lo que yo quiero.

Justo ahora siento que mi médico Michoacano prietito y chaparrito de la farmacia Simi de la Plaza Obelisco tendrá el gusto de recibirme.
Admito en secreto que me hubiese gustado ser ginecólogo como Cándido Pérez pero erré la carrera y me decanté por la ciencia, la tecnología, la sabiduría y la creación. No, no es cierto, la verdad es que no vislumbré nunca esa opción; la de ver desnudas a señoras y señoritas y hacerles mastografías y escuchar sus penas. “Dios no le da alas a los escorpiones, ingeniero” me dijo un día un amigo refiriéndose a mi tardío despertar en la vida. Ojala y haya reencarnación.

Hoy no pude correr, me sentía muy mal. Pensé correr por la tarde pero sigo igual además de que mi panza esta tan llena como la del lobo luego de comerse a la abuelita; que hay de abuelitas a abuelitas. Confió en Dios que mañana este mejor y poder ir al Metropolitano para continuar con mi preparación para el maratón Lala. Queda poco tiempo, espero llegar.


Oiga Doctor

Joaquín Sabina



Oiga, doctor,
devuélvame mi depresión,
¿no ve que los amigos se apartan de mí?
dicen que no se puede consentir
esa sonrisa idiota;
Oiga, doctor,
que no escribo una nota
desde que soy feliz.
Oiga, doctor,
devuélvame mi rebeldía,
ahora que a la carta ceno cada día
y viajo con American Express
algunas de las cosas,
oiga, doctor,
que imaginaba odiosas…
¿sabe que están muy bien?
Oiga, doctor,
esta vez le falló la acupuntura,
¿acaso no le pago las facturas?
déjeme como estaba, por favor,
oiga, doctor,
a ver si tengo cura,
solo quiero ser yo
y ahora parezco mi caricatura.
Oiga, doctor,
devuélvame mi fracaso,
¿no ve que yo cantaba a la marginación?
devuélvame mi odio y mi pasión,
doctor, hágame caso,
quiero volver
a ser aquel payaso
con alas en los pies.
Oiga, doctor,
devuélvame mi excitación,
llevo ya cinco meses sin una erección,
incluso en un gimnasio me inscribí
pero no me curaron,
oiga, doctor,
cada miembro me hincharon
menos el viril.
Oiga, doctor,
esta vez le falló la acupuntura,
¿acaso no le pago las facturas?
déjeme como estaba, por favor.
Oiga, doctor,
que ya no se me empina,
desde que me mandó
tener cuidado con la nicotina.
Nada de disimulos,
la cumbre se me está
clavando por momentos en el culo.


Les recomiendo escuchar el cd Hotel Dulce Hotel de Joaquín Sabina y pongan especial atención a la canción Oiga Doctor.


De leer les sugiero “Compro, Luego existo” de Guadalupe Loaeza.




jueves, 2 de enero de 2014

Perseguidos Por El Diablo


Los vi corriendo despavoridos hacia mí; estampado en la cara un rictus de desesperación y terror. Era una pequeña tribu apache de hombres y mujeres harapientos y despeinados, sudando copiosamente como jabalíes correteados por despiadados cazadores. Jadeaban y resollaban lastimosamente con los ojos vidriosos inyectados de sangre y la espuma escurriendo por sus bocas que dejaban en claro que hacían un esfuerzo sobrehumano en su huida. Me aposté detrás de un viejo auto tuerto de un faro y tan deslavado como mi alma. Con morbo y temor esperé para ver al diablo que los perseguía. Velozmente pasaron todos de largo navajeando con la suela de sus zapatos el borde de la banqueta; mujeres, viejos y niños al final, dejando tras de sí el aroma del esfuerzo y del trabajo. Se fueron y el diablo nunca llegó.

Era el 31 de diciembre de 2012 y bajo un oscuro cielo sin estrellas presenciaba en mi ciudad natal la Carrera de San Silvestre. Estoicamente era un espectador más. Había planeado participar en la carrera pero mi familia se opuso argumentando que se trataba de una fecha muy importante y familiar. Los tenía hartos con mi maldito hobby de corredor; desde su punto de vista no era admisible que hasta el último día del año siguiese corriendo. Me quedé con las ganas y me prometí que para 2013 no faltaría; haría todos los méritos necesarios para obtener permiso de correr.

El año pasó rápidamente tal como mi sueldo se desvanece entre mis manos cada quincena y el 31 de diciembre de 2013 llegó a nuestras poco apacibles vidas.
Luego de correr el  maratón Gatorade en Monterrey a principios de diciembre vino la calma y llevaba tres semanas prácticamente inactivo debido a la carga de trabajo que acompaña cada cierre de año y al hecho de que me había aburguesado, por decirlo de algún modo,  durante mis pequeñas vacaciones y me permití comer mucho y de todo. Si acaso entrené dos o tres veces por semana y a un ritmo francamente suave.

Pasé el día de compras con mi esposa visitando decenas de tiendas por el centro de la ciudad; perdido y atontado entre la bulliciosa multitud navideña  ansiaba llegará la noche para despedir el año corriendo. Mis paisanos sabrían quién soy yo. El hijo prodigo estaba de vuelta.

Presurosamente y muy guapos todos salimos de León destino a mi precioso Guanajuato para pasar el año nuevo con mis padres y hermanos. Como buen perro fiel y obediente me merecía una recompensa; había conseguido mi permiso.
A paso de feligrés que va tarde a misa salí del estacionamiento público de la Alhóndiga de Granaditas y me dirigí a una caseta de turismo que se encuentra en el cruce de la Avenida Juárez y la Calle 5 de Mayo para inscribirme en la justa atlética. Me pareció raro que el registro no tuviese costo. Hacía un poco de frío, no tanto como en la semana, pero si lo suficiente como para extrañar el verano. Me di cuenta de que mi ciudad había sido bombardeada, en el tramo del Mercado Hidalgo el pavimento estaba desparramado mostrando las entrañas de la tierra. Toda el área de salida era una zona de desastre.

Varios corredores que más bien parecían pistoleros del viejo oeste preparándose para un tiroteo embadurnaban sus piernas con olorosa pomada de eucalipto y alcanfor. Me miraron con desprecio como si fuese un forastero y siguieron en sus menesteres. Vi dos chicas muy bonitas entre los competidores y con discreción admire su grácil espalda. No había mucho espacio para calentar así que me fui a la Explanada del Castillo como antiguamente se le llamaba al edificio de La Alhóndiga. Los demás corredores hicieron lo mismo.

El olor a hamburguesas de los puestos de la esquina del otrora Banco Comermex inundó mis pulmones llenando mi mente de lindos recuerdos de mi juventud cuando era un muchacho solitario que al salir de la última función del Cine Reforma podía comer hasta tres grasosas hamburguesas sin engordar un ápice.
El momento había llegado y los corredores se arremolinaban desordenadamente en el punto de salido donde un hombre indicaba hoscamente cual sería el recorrido a la vez que sin ceremonia alguna daba el grito de arranque. No se cantó el himno nacional, no había edecanes, todo era tan espontaneo e informal. Alcance a ver entre los observadores a mi padre que me miró con orgullo, a mi esposa y a mis hijos. No eran muchos los participantes pero yo estaba seguro sería de los primeros. El tropel de bestias cabalgando salió echando fuego y llenando el aire con olor a azufre.

Traté de ganar un buen lugar desde el principio pero los demás eran sustancialmente más rápidos que yo, incluso las mujeres. El adoquín húmedo era muy resbaladizo y mis tenis nuevos marca Brooks resbalaban una y otra vez presagiando una posible caída. Al pasar frente a la Comercial Mexicana hube de pasar sobre una alcantarilla de listones metálicos y mi pierna estuvo a punto de ser atrapada entre sus feroces fauces. En un abrir y cerrar de ojos apareció Tepetapa, la primer pendiente, cortita pero empinada y tapizada de pequeños baches y coladeras. He corrido el Cerro del Gigante, Otates, La Manzanilla entre otros pero nada se parece a correr rampa arriba por una resbaladilla encebada y con zapatos de tacón.

La calle de Tepetapa famosa por su puente es el camino a la antigua Estación de Ferrocarriles y también de noche es una de las más animadas de la ciudad. Podríamos decir que se trata de la ruta turística de cantinas de mala muerte; El Salón Chihuahua, Los Barrilitos, Aquí me quedo, Cuatro Vientos, entre otras. Lo sé no porque las haya frecuentado sino porque en ellas buscaba a mi padre, tíos y hermanos cuando no llegaban a casa.

Todo lo que sube tiene que bajar e inminentemente hube de pasar como bólido desenfrenado por Banqueta Alta; la mojada calle estaba tan oscura como la conciencia de una adultera y había que dar brinquitos para evitar los desniveles centimétricos de sus losetas. El nombre de la calle se debe a que efectivamente la altura de la banqueta es de casi 4 metros en un pequeño segmento.
Ya en Los Pastitos se encuentra la glorieta de Rangel de Alba donde debíamos torear automóviles y camiones ante la indiferente mirada de los oficiales de tránsito que colocados allí para detener el tráfico lo cual obviamente no hacían, a fin de cuentas los conductores los ignoraban.

Para ese momento la gran mayoría de los corredores me habían rebasado y por mas que me esforzaba no podía incrementar mi velocidad tanto por la falta de preparación como un poco por el miedo a un resbalón.  Había decidido correr sin audífonos y la música me hacía falta. Atravesamos el Jardín del cantador y seguimos rumbo a Pardo donde el terreno otra vez subía. Aprendí que las coladeras de listones había que pasarlas de un solo salto así que antes de llegar a ellas era necesario preparar una especie de salto triple para no perder el paso. Regresamos al punto de salida y los aficionados nos vitoreaban; alcance a oír a mi esposa gritar - ánimo Frank - pero no pude ver nada, iba como caballo con anteojeras.

Venía lo más difícil, empinado y oscuro; la subida hasta el barrio de San Javier pasando por Dos Ríos donde concurren los caminos a las discotheques de los 80’s; Sancho’s y Galeria’s lugares que visitaba con mis amigos nerds cada jueves en mis tiempos de facultad. Justo en el punto de cruce había otra disco llamada La Noria en la cual se llevaban a cabo concursos de baile Menudo alla por 1983; mis amigos y yo fuimos Menudos de closet; “súbete a mi moto …”
Contrariamente a lo que me sucede en León, en la subida no rebasé a nadie y si en cambio el dolor de caballo amenazó con cocearme el costado izquierdo. De pronto escuché un fuerte jadeo de alguien que tras de mi venía “echando el bofe”. – No dejaré que me alcance – me dije y traté infructuosamente de apretar el paso. El tipo no se despegaba de mí; lo sentía como calcomanía pegado a mí. No aguanté y voltee a verlo; no era nadie, tampoco era un espectro, una momia o la llorona. Era yo mismo el que emitía esos sonidos y que al no traer mis audífonos pude escuchar claramente.

El retorno estaba casi al llegar al Castillo de Santa Cecilia y di gracias a Dios por la inversión de sentido que me permitiría recuperarme. Nuevamente de bajada aunque no tan pronunciada como la anterior pude sentir como mis piernas me reclamaban el tremendo castigo al que las estaba sometiendo; me dolían los tobillos, las rodillas y los muslos. Éramos tan pocos corredores que parecía que iba yo solo. Al llegar a la Jefatura de Policía un estúpido agente de tránsito me gritó que me moviera porque los autos sonando ruidosamente su claxon exigían el paso; y pensar que yo presumo a mi ciudad como icono de cultura, respeto y amabilidad.
De nuevo pasé junto a los puestos de hamburguesas en la salida – meta donde mi familia y os demás espectadores echaban porras. El circuito era a dos vueltas y apenas llevaba una. Me pareció cruel e innecesario pasar cinco veces por el mismo lugar exhibiendo mi baja condición y mi menor nivel comparado con el de los demás participantes. – Ánimo Frank, échale, vas muy bien – me gritó mi querida esposa.

Di la segunda vuelta en estado zombi y solo recuerdo al bajar por banqueta Alta como brincaban erráticamente mis órganos  vitales, corazón, pulmones, riñones, hígado, páncreas e intestinos dentro de la mochila – maleta en la que me había convertido. La sangre subía y bajaba a toda presión por mi cuerpo buscando una vía de escape, estaba seguro que si sufría una caída me haría pedazos como una sandía pintando de rojo el pavimento. El ganador llegó a la meta justo cuando yo pasaba por allí por cuarta vez; era un chico de unos 20 años veloz como un camaro que presumía su excelente carrocería.
Subí y volví a bajar entre vapores de ácido sulfúrico y al final logré rebasar a un padre de familia gordito y con tenis de basket ball  que corría con su hijo; al chiquillo de unos 14 años no lo pude alcanzar pero por lo menos sentí el placer de vencer a un contrincante.

Caminé unos metros para recuperar mi respiración y vi los rostros de los vaqueros limpiando sus revólveres que no se dignaban a verme mucho menos a saludarme; son muy fregones, no cabe duda. Mmm, - ya quisiera verlos en un maratón, malditos - pensé, pero enseguida borré ese pensamiento de mi cabeza; somos paisanos y son mucho mejores que yo hay que reconocerlo. No hay pretextos; ni la edad, ni la falta de entrenamiento, ni el terreno; hice lo que pude.
Mi chiquita corrió a mis brazos, me besó en la mejilla saboreando mi sudor y me dijo quedamente al oído, - llegaste en el lugar 45 papi -. No estuvo mal, fueron 54 corredores y mi tiempo fue de 35:03 (7K). Me pareció escuchar a lo lejos entre el tronido de los cohetes la risa burlona de un amigo que en cada carrera lucha a brazo partido por no ser el último.

Después me dijo un arriero
que no hay que llegar primero
pero hay que saber llegar

                   José Alfredo Jiménez


 Canción para este día; A Partir de Mañana (Alberto Cortéz)
[sugiero escucharla casi a la media noche, por aquello de la maldita postergación]

A partir de mañana empezaré a vivir una vida más sana;
es decir, que mañana empezaré a rodar por mejores caminos





miércoles, 1 de enero de 2014

2014, Cuando El Destino Nos Alcance

Hace muchos años, allá por 1978, cuando era un jovencillo imberbe y esquelético y la música disco sonaba por todo el orbe, comenzaba mi inolvidable vida estudiantil acudiendo a la mítica Escuela Secundaria Oficial Benito Juárez. Una buena maestra como fueron la gran mayoría de mis profesores nos recomendó la película "Cuando el Destino nos Alcance" (Soylent Green). Se trata de una película estadounidense de 1973, dirigida por Richard Fleischer, protagonizada por Charlton Heston, Edward G. Robinson y Leigh Taylor-Young en los papeles principales y basada en la novela ¡Hagan Sitio!, ¡Hagan Sitio! (1966), de Harry Harrison. Un clásico de la ciencia ficción que no pasa de moda y que afortunadamente no se ha hecho realidad en su totalidad.

Varios años después ya entrando de lleno a mis estudios universitarios de Ingeniería Química vi la película distópica “1984” (Nineteen Eighty-Four) dirigida por Michael Radford y protagonizada por John Hurt, Suzanna Hamilton y Richard Burton basada en la novela homónima de George Orwell que por cierto devoré en una tarde. En 1984 el mundo no fue totalmente como en la novela, aunque comenzaba a serlo.
El año 2000 se veía aun lejísimos, y hacía cuentas y me decía a mí mismo; "serás un apuesto superhombre maduro cuando llegue el 2000, tendrás 33 años", "seguramente tendrás la vida arreglada, poseerás una o dos mansiones, varios autos deportivos, serás un super atleta, habrás viajado por todo el mundo, quizás estarás casado con una mujer preciosa, amorosa, super preparada e intelectual como tu; tal vez tus hijos serán genios antes de nacer con un futuro seguro en grandes compañías transnacionales y con las mejores universidades del mundo peleando su registro". "Todo será color de rosa a tu alrededor, la tecnología y la ciencia habrán vencido al mal, a la tristeza, a la pobreza, a la contaminación, a la guerra, a la superpoblación".

 Llegó el 2000 y me agarró con una vida de zombi, con un trabajo satisfactorio pero muy mediano, sentimentalmente fracasado, académicamente abandonado, espiritualmente nulo, físicamente en desechos y con las manos atadas con pesadas cadenas sin la más mínima facultad para cambiar mi  mundo. Mi mente estaba enlatada como un ate de membrillo apretadamente en un bote imposible de abrir; totalmente desconectado del mundo, sin posibilidad de comunicación interna y externa. Apenas me di cuenta de que el destino nos estaba alcanzando.
Llegó 2004 que se convirtió en un año coyuntural en el que fui despertando poco a poco del coma; me levantaba y al segundo volvía a caer. No me reconocía, estaba atrapado dentro de un cuerpo de sebosa y pequeña morsa gorda y con la mente tan atrofiada que parecía imposible recuperarla, el corazón atravesado por cientos de espinas envenenadas con curare el poderoso tóxico que usan los indios jibaros para acabar con sus presas y enemigos. Grité y clamé a Dios por libertad, por misericordia. Definitivamente me escuchó y me dio la mano. Parecía que mejoraba pero repentinamente me volvía aún peor. De alcohólico social pasé a ser un alcohólico exhibicionista que gustaba de presumir su gran condición etílica y "conocimiento y gusto por los buenos vinos". Me bebí todo el alcohol acumulado de mis generaciones pasadas y por venir.


Soy del color de tu porvenir
Me dijo el hombre del traje gris
no eres mi tipo le conteste
Y aquella tarde aprendí a correr.
Joaquín sabina


2011, año de la segunda explosión; no tan fuerte y destructiva como la de 2004 pero más  cercana a la muerte. Llego la hora de correr, y no solo en sentido figurado sino también en el más literal de la palabra. Llegó un cambio verdadero con muchos retrocesos, algunos para agarrar vuelo otros jugando mortalmente a ser un trapecista sin red.

2013, año muy complicado con la "Crisis de la Edad Madura" golpeando constantemente la espalda de mi alma con un látigo tremendamente doloroso. El mundo asolado por una cortante depresión económica y yo sepultado en deudas las cuales iba tachando lentamente como un preso cuenta sus días para salir de prisión.  No había planes reales y conscientes de correr un maratón pero lo hice. No había proyectos para despertar pero lo estoy haciendo. No había objetivos ni estrategias ni tácticas ni nada, pero ahora tengo la esperanza de construir sobre ruinas.

Benditos años 2000 han llegado como ladrones por la noche. Y 2014 debe ser el mejor de mi vida, y el 2015 mejor que el 2014 y así sucesivamente. Como dijo mi amigo Pepe Rivera, a crecer a razón del 1% diario.

1o de enero es un día atípico del año. Tras una fuerte desvelada, sin haber bebido alcohol gracias a Dios, y con un lacerante dolor de cabeza pero con muchas ganas de volver a escribir. Empezando “Las Crónicas de las Huellas del Lobo”.
Que viva la vida, que viva el 2014, azucaaaaar.


 PS. Canción para escuchar hoy;


"Dale Alegría a mi Corazón"
Y dale alegría, alegría a mi corazón
Es lo único que te pido al menos hoy
Y dale alegría, alegría a mi corazón
Afuera se irán la pena y el dolor

Y ya veras, las sombras que aquí estuvieron no estarán
Y ya, ya veras, bebamos y emborrachemos la ciudad

Y dale alegría, alegría a mi corazón
Es lo único que te pido al menos hoy
Y dale alegría, alegría a mi corazón
Y que se enciendan las luces de este amor

Y ya veras, como se transforma el aire del lugar
Y ya veras, que no necesitaremos nada mas

Y dale alegría, alegría a mi corazón
Que ayer no tuve un buen día, por favor
Y dale alegría, alegría a mi corazón
Que si me das alegría estoy mejor

Y ya veras, las sombras que aquí estuvieron no estarán
Y ya veras, que no necesitaremos nada mas

Y dale alegría, alegría a mi corazón
Es lo único que te pido al menos hoy
Y dale alegría, alegría a mi corazón
Afuera se irán la pena y el dolor
Y dale alegría, alegría a mi corazón
Y dale alegría, alegría a mi corazón (mi Dios)

Versión de Mercedes Sosa (sin Fito Páez).

Dale Alegría a mi Corazón; empecemos bien el año 2014.

Y para empezar bien el año vemos la peli, "Cuando el destino nos Alcance"
.
Y de comer, no estaría mal ayunar ligeramente, beber mucha agua pura y si hoy estás cansado y no puedes correr;  salir a caminar por tu colonia sin música escuchando solo tu interior.

Y porque no, llamar por teléfono a un amigo y si te dan permiso (bueno, es mi caso), salir a tomar un café y charlar en persona como en los viejos tiempos.


Hasta la vista baby y que la fuerza os acompañe.